Comentario
El período de regencia teodoriciana (511-526), conocido como intermedio ostrogodo, marcó el intento de sometimiento de Hispania a la corte ostrogoda itálica. La posesión, por parte de Teodorico, del tesoro real visigodo, jugó un papel relevante en la legitimidad de Amalarico como único rey visigodo. También tuvo su importancia para anexionar los territorios visigodos de la Gallia a la Italia ostrogoda la restitución de la prefectura de las Galias en Arlés. La política gubernamental y económica de Teodorico no estuvo falta de opositores feroces como Teudis, general ostrogodo que se había casado con una noble hispanorromana propietaria de grandes extensiones de tierras, gracias a la cual pudo organizar un ejército privado de 2.000 hombres.
Amalarico tomó el poder a la muerte de su abuelo en el año 525, renunció a los territorios de la Provenza pero no a los de la Narbonense, liberó a Hispania del pago de tributos a Italia, recuperó el tesoro real y quiso asegurarse unas buenas relaciones con los francos. Por ello se casó con la hija de Clodoveo y hermana de Childeberto, Clotilde. Clotilde, defensora ferviente del catolicismo, llevó a cabo vanos intentos para convertir al rey. Amalarico la maltrató y Childeberto la vengó. Ambos monarcas se enfrentaron en Narbona y Amalarico fue vencido. Fugitivo, es asesinado -probablemente por sus propias tropas- en Barcelona en el año 531. La política de alianzas franco-visigodas será concebida por los diferentes monarcas como un vehículo de poder para relativizar las ofensivas militares y las políticas expansionistas a ambos lados de los Pirineos.
Teudis, que gozaba del apoyo de muchos nobles visigodos e hispanorromanos, fue elegido rey. Con la idea clara de levantar un reino en Hispania trasladó definitivamente la capital de Narbo a Barcino. La principal tarea de Teudis fue el sometimiento de los diferentes territorios de la Península Ibérica, y para ello tuvo que hacer frente a los importantes avances francos en la Tarraconense. Las expediciones militares de Clotario y Childeberto consiguieron sitiar durante más de cinco semanas a Caesaraugusta (Zaragoza), pero fueron aniquilados por el general Teudiselo en su retirada hacia el Pirineo. Viendo la amenaza que suponían las tropas bizantinas dirigidas por Belisario en el Mediterráneo, Teudis creyó necesario establecer un control de la línea costera de la Bética y conquistar uno de los lugares más estratégicos, la ciudad de Septem (Ceuta). Los intentos fueron vanos y Septem, junto con el control del fretum gaditanum, quedó en manos de los bizantinos.
Poco después, en el año 548, Teudis fue asesinado y sucedido por el breve reinado de Teudiselo (548-549), que fue a su vez muerto en Hispalis (Sevilla). En aquel momento la capital fue trasladada de Barcino a Hispalis y Agila proclamado rey. La Bética siempre había sentido gran hostilidad a la presencia de los pueblos germánicos y orientales y por ello las sublevaciones y resistencia encabezadas por la aristocracia hispanorromana, que seguía ostentando la administración provincial, fueron continuas. Agila tuvo que hacer frente a una de estas rebeliones en el año 550 en Corduba donde fue derrotado, habiendo profanado antes la tumba del mártir Acisclo, lo que muestra a la vez el enfrentamiento entre católicos y arrianos. Huyó a Emerita Augusta (Mérida) donde estableció su corte. A los pocos meses, un noble de origen visigodo, Atanagildo, se proclamó rey frente a Agila. La guerra civil entre los dos posibles gobernantes no tardó en estallar.
Atanagildo, apoyado sólo por algunos sectores de la aristocracia hispanorromana de la Bética, para mantener un posible gobierno, tuvo que solicitar la ayuda de uno de los enemigos más peligrosos, los bizantinos. El calificativo de peligrosos no es excesivo cuando se tiene en cuenta que el emperador Justiniano estaba llevando a cabo su política expansionista basada en la renovatio Imperii, anexionándose una gran parte de los territorios de la cuenca mediterránea. Los bizantinos, al mando de Liberio, desembarcaron en la costa, aunque se discute si fue en las cercanías de Hispalis o bien en Malaca. Atanagildo se hallaba acuartelado en Hispalis y ambos ejércitos vencieron a Agila en las cercanías de dicha ciudad. El vencido se refugió con su ejército, llevando consigo el tesoro real, en la ciudad de Emerita Augusta, pero al cabo de dos años fue asesinado por sus propios partidarios, que se unieron al nuevo monarca. A pesar de la victoria, Atanagildo tuvo que hacer frente durante todo su reinado a los bizantinos, que habían enviado nuevas tropas a Carthago Spartaria (Cartagena). Los continuos enfrentamientos no consiguieron su expulsión, al contrario, los bizantinos ampliaron cada vez más sus conquistas en toda la franja costera de la Baetica y la Carthaginensis.
La presencia de las tropas militares justinianeas en el sur de la Península, desde el año 554 hasta el 624, marcó definitivamente el posterior desarrollo del reino visigodo. Por otra parte la provincia bizantina de Spania pasará a ser un punto esencial en la política mediterránea de Justiniano, porque le permitía controlar el Mare Balearicum y el Mare Ibericum, es decir, sus posesiones en el norte de Africa y en Italia. Esta política de control estratégico llevó a instalar la capital de la nueva provincia bizantina en Carthago Spartaria que, además de una situación topográfica clave para su defensa, contaba con un excelente puerto. El gobierno de esta provincia estuvo al mando de un magister militum Spaniae, que tenía a su vez funciones civiles y militares. La presencia de bizantinos en determinadas ciudades debió favorecer también algunas relaciones mercantiles. Las ciudades de Lucentum, Iliici, Lorica, Basti, Acci, Mentesa (?), Iliberris, Egabrum, Tucci, Corduba, Astigi, Carteia, Gades, Mpla, Hispalis y Lacobriga, estuvieron probablemente bajo el dominio bizantino al menos hasta el año 589. Y también lo estuvieron con posterioridad a dicha fecha las regiones integradas en la Mauretania Secunda, el territorio de las islas Baleares y las ciudades de Dianium, Illici, Bigastrum, Urci, Adra, Asidona, Malaca, Ossonoba y evidentemente Carthago Spartaria. Además de la presencia de una población militar y administrativa en las ciudades, hubo con seguridad bizantinos en ámbitos rurales, establecidos mayoritariamente en los castra y castella de tipo defensivo.
Las posesiones bizantinas no serán eliminadas hasta Suintila, que recuperó los diferentes territorios de la Bética y la Cartaginense, las cuales, a pesar de las continuas ofensivas que habían llevado a cabo los monarcas visigodos, especialmente Leovigildo, Witerico y Sisebuto, seguían sometidas a las tropas justinianeas.
Cuando la capital del reino visigodo fue trasladada a Emerita Augusta y después, muy posiblemente, con Atanagildo en el año 567 a Toletum, la Bética perderá en cierto modo su representatividad -pero no por ello su rebeldía- durante un corto período de tiempo, aunque la atención será de nuevo fijada con el conflicto político-religioso entre Hermenegildo, Leovigildo y Recaredo, que veremos más adelante.